Archivo mensual: marzo 2011

Ahora que casi estamos terminando con las tareas editoriales puras (tenemos un estupendo prólogo de Elena Medel, tenemos la novela editada casi definitiva, tenemos un estudio crítico fantástico de nuestro traductor, Juan Antonio Garrido Ardila, tenemos una primera maqueta del libro), llega el momento de centrarse en las tareas promocionales.

El problema (si es que se le puede llamar problema, que yo creo que no) de esta novela es que ha sido uno de los libros más leídos en EE UU en los últimos 200 años, libro de cabecera de miles de personas, comparable en importancia a La cabaña del tío Tom. Todos estos son argumentos de venta excelentes: no somos nosotros quienes decimos que esta novela merece la pena, la avalan un millón y medio de personas. Con semejante cifra, casi no debería hacernos falta promoción.

¿Cuál es el problema, entonces? Pues, precisamente, la responsabilidad que representa esa enorme masa lectora que trae la obra a sus espaldas. Ahora es nuestro turno de convencer a los lectores contemporáneos de que Charlotte Temple es tan imprescindible como los libros con los que formamos nuestro gusto lector, ya sea Moby Dick, El guardián entre el centeno o Las aventuras de Tom Sawyer, por poner sólo tres ejemplos. En el contexto actual, a pesar de todas las herramientas de comunicación que tenemos a nuestro alcance para promocionarnos, no podemos aspirar a tener un millón y medio de lectores, pero no por ello vamos a renunciar a intentarlo; al contrario, vamos a hacer todo lo que esté en nuestras manos para que todo el mundo sepa quién fue Charlotte Temple y para que se emocione leyendo la obra. ¿Alguna idea?

          Armando Buscarini es una de las figuras más tristes de la bohemia madrileña, una de tantas en realidad. Desde muy joven, pequeño incluso, deambula por Madrid en busca de una oportunidad e intenta vivir la vida de sus compañeros ya curtidos en el arte de los cafés, las tertulias y la supervivencia. Como una pequeña mascota, a veces lo llevan con ellos, a veces lo vapulean… El pobre Armando acabará mal, incluido intento de suicidio en el viaducto. En El arte de pasar hambre lo cuenta, lo que no se cuenta en este relato es que morirá en un psiquiátrico enfermo de esquizofrenia y sífilis.  Aún así, él quiso «aventurarse a ese riesgo», aquí va su defensa…

ORGULLO:

«Aunque sufra del mundo los desdenes
de mi vida de artista en la carrera;
aunque pasen altivos a mi paso
los hombres de alma ruin que nunca sueñan;
aunque salgan aullando a mi camino
los famélicos lobos que me acechan
con la envidia voraz; aunque en mi lucha
hambre y frío sin límites padezca;
aunque el mundo me insulte y me desprecie
y por loco quizás también me crean;
aunque rujan tras mí ensordecedoras
tempestades de envidia; aunque me vea
harapiento y descalzo por las calles,
inspirando piedad e indiferencia;
y, en fin, aunque implacables me atormenten
las más grandes torturas, aunque vea
que a mi paso se apartan las mujeres
por ver con repugnancia mi pobreza
(pero quizás ignorando de mi alma
el tesoro de ensueño que se alberga),
nada me importará, porque yo siempre,
caminando sereno por la tierra,
con el alma latiendo por la gloria
y flotante a los vientos mi melena,
iré diciendo al mundo con voz fuerte,
¡con voz en la que vibre mi alma entera!:
-Es verdad que yo sufro; pero oídme:
¿qué me importa sufrir si soy poeta?»

Armando Buscarini

En los textos de los bohemios se percibe un contraste entre el amor delicado y un intenso erotismo.  Aunque también se trata el tema del amor imposible, platónico, donde la mujer se convierte en un ser etéreo inalcanzable, cabe destacar la aparición  de una mujer  sensual no retratada comúnmente en la época. En las páginas de Los artistas del hambre también encontramos descripciones sensuales exquisitas como la que incluimos a continuación, perteneciente  a Los terribles amores de Agliberto y Celedonia (1931) de Mauricio Bacarisse:

—¿No me dejas entrar en mi cuarto?

—Ahora no, porque voy a desnudarme.

—Y qué puede importarte, si yo no lo voy a ver.

—Sí, pero lo puedes oír. Los flecos de mis vestidos chascarán como trallas. Mis zapatos darán dos aldabonazos al caer. Mi faja, mis medias sisean al escurrirse. Mi camisa vuela con un zumbido de mosquito. Cuando suene un silencio estaré desnuda. Con solo pensar que puedes oírlo, me enciendo de vergüenza.

Creyendo que la trinchera situada frente a la mía estaba completamente vacía, di un salto y me asomé al parapeto de los boches. ¡Plum!… Un oficial prusiano estaba ahí, rodeado por un grupo de soldados. Por instinto eché mano a mi revólver, pero al acordarme de que no estaba cargado, tuve ganas de tirarlo… Mi asistente me dijo al oído: «Apunte usted». Yo apunté. Entonces el prusiano levantó las manos, gritándome en inglés: «Don’t shoot…». Aquella frase me tranquilizó el ánimo y me hizo adquirir un gran valor… Le contesté: «A todos los mataré en el acto si no entregan sus armas». Todos entregaron sus fusiles, que mi asistente fue sacando uno por uno… Eran nueve…

Enrique Gómez Carrillo

Pequeñas historias de la Gran Guerra

Ayer tuvimos en el máster la visita de un responsable de programación cultural de la Fnac,  por ello, quiero plantear la eterna cuestión: ¿se debe permitir que las grandes superficies se coman a las pequeñas librerías? ¿Qué opináis?

A mí me gustan la Fnac, la Casa del Libro, las grances superficies, pero también las románticas librerías de toda la vida, y no entiendo por qué no podemos hacerlas compatibles, que convivan juntas.

La bohemia tiene un imaginario visual muy rico; desde las ilustraciones de El Cuento Semanal hasta los pintores europeos de principcios del siglo xx. Inspirándonos en el material de la época, hemos encargado a una ilustradora (que por el momento permanecerá en el anonimato) las imágenes de las portadillas del libro.

Su investigación coincide con la muestra «El Efecto Iceberg: Dibujo e Ilustraciones españoles entre dos fines de siglo», en el Museo ABC de Madrid, de la que han surgido las siguientes imágenes:

 

 

 

José Galiay

Portada

Blanco y Negro, npum. 371, 12 de abril de 1902. Acuarela y tinta sobre cartulina

 

 

Guiseppe Eugenio Chiorino

Crepusculo

Blanco y Negro, 1898. Tinta sobre cartulina

 

Narciso Méndez Bringa

Un atropello

Blanco y Negro, núm. 931, 6 de marzo de 1909. Gouache sobre papel

 

Roberto Montenegro

En día de frio

Blanco y Negro núm. 1397, 24 de febrero de 1918. Gouache sobre cartulina

 

Maximo Remos

El gordo de navidad

ABC, 1931. Tinta sobre papel

 

Sus otras fuentes de inspiracion incluyen estas representaciones de El Cuento Semanal y artistas como Juan Gris, Pablo Picasso, George Braque.

 

Os dejamos con este primer boceto, esperando todavía más ideas de esta bohemia ilustrada.

 

 

El martes 15 de marzo visitamos la distribuidora Asspan, fue muy interesante porque nos enseñaron todos los departamentos y nos explicaron su función. Además, nos regalaron unos cuentos de una colección. Queremos dar las gracias también desde aquí a Hugo por permitirnos visitarle.

¡Muy buenas, queridos lectores!

¡Aquí andamos de nuevo, «Charlotteando» un poco! en estos días hemos hecho muchos progresos por lo que andamos bastante emocionados. Ya se empieza a ver la luz al final de este largo túnel. Pero aún nos queda trabajo, sin lugar a dudas.

Esta tarde hemos estado debatiendo qué hacíamos con el aparato crítico del traductor de la obra. Nos ha quedado claro que es muy importante, pero como no podemos incluirlo todo, hemos seleccionado lo que a nuestro juicio nos parece indispensable para la comprensión de la obra. ¡Así podréis disfrutar de Charlotte en todo su esplendor!

 

A principios de septiembre de 1914 los alemanes se acercaban peligrosamente a París. Mientras tanto, Joffre esperaba con paciencia y Gallieni comenzaba a ponerse nervioso ante la parsimonia de su antiguo discípulo. Ancho es el Marne, y el general alemán Von Kluck había dispuesto bien a su ejército. A pocos kilómetros de París, el frente. En el frente, muchos soldados. Entre los soldados, pocos franceses. ¿Qué intenta Joffre dejando a los alemanes acercarse tanto?, debía preguntarse Gallieni. Pero afortunadamente el gobernador militar de la ciudad de las luces era un hombre de acción: cogió abrigo y sombrero, bajó a toda prisa las escaleras y llamó a un taxi. ¿Taxi? ¡Taxi! ¡Eureka! Acaba de comenzar el milagro del Marne. Gallieni, consciente de la necesidad de enviar rápido más soldados al frente, ordena que todos los taxis y chóferes de París se congreguen en la explanada de los Inválidos. El día 6 de septiembre mil doscientos taxis llevan a cinco mil hombres al frente, y el ejército francés consigue la victoria que cambió el rumbo de la guerra. Así son los parisinos, a última hora cogen y van a la guerra en taxi.

Queridos lectores:

En este oficio de hacer libros, seguimos avanzando con nuestro proyecto. Esta semana hemos dado una serie de pasos importantes:

El traductor de nuestra obra, Juan Antonio Garrido Ardila, ha aceptado las correcciones ortotipográficas y de estilo que le propusimos. Esta tarea no es sencilla pues creó en nosotros cierta incertidumbre, ya que teníamos en conocimiento a través de las clases que negociar las correcciones con los autores y traductores puede llevar su tiempo entre idas y venidas de mails. Por suerte nosotros tuvimos una respuesta rápida y favorable: nuestro traductor aceptó todas las correcciones, así podremos continuar con la producción del libro. ¡Gracias, Juan Antonio!

El prólogo es otro escollo en un libro. Después de pensar en escritores que puedan redactar un prólogo para la novela, nos decantamos por Elena Medel que es una joven poetisa andaluza, que empezó su carrera a los dieciséis años y que ahora es reconocida en toda España. Ella ha aceptado la propuesta de escribir el prólogo para nuestra novela y estamos encantados por ello.

Estas son las novedades de momento, seguiremos narrándoles las noticias de nuestra experiencia de editar libros.

Gracias por seguirnos.

El gran Pío Baroja profesaba un profundo odio a la Bohemia. Fue tal este que lo plasmó por escrito en su obra Adiós a la bohemia, drama corto que cuenta el reencuentro entre un  pintor fracasado y una antigua novia suya que se hace prostituta.  En prensa también publicó sus críticas al movimiento. El  artículo «Bohemia madrileña» hace patente su claro desprecio al personaje del bohemio.  A continuación encontraráis un extracto:

Muchas veces a mí  me han  dicho:  «Usted  ha  sido un  bohemio, ¿verdad?»  Yo  siempre he contestado que no. Podrá uno haber vivido una vida más o menos desarreglada, en una época, pero yo no he sido jamás el espíritu de la bohemia. Además, no he visto por Madrid Rodolfos, ni Colines, Mimís ni  Musetas.  […]El bohemio no es práctico. Proyecta, proyecta mucho, pero no pasa de ahí. [. . .] El bohemio no solo es vanidoso, sino que es ególatra, siente admiración por sí  mismo. Si se ve humilde, desdeñado y solo, va casi siempre gozando con su desgracia interior; si está enfermo o triste, llega también  a gozar. Hay  esos placeres paradójicos y  malsanos  en  los fondos  turbios  de la  personalidad humana.

«Uno de los elementos narrativos que más atrajo a los americanos fue la supuesta autenticidad de la historia de Charlotte. A mediados del siglo XIX corría por Nueva Inglaterra el rumor de que, en una ocasión, un sujeto se jactó de no haber derramado jamás lágrima alguna por Charlotte; otro caballero, sorprendido por tal afirmación, le desafió a acabar la lectura de Charlotte Temple sin llorar. Se acordó fijar una apuesta de cien dólares, como se relata en el prólogo de la edición de Barclay de 1865, que perdió el lector, quien no pudo contener el llanto antes incluso de acabar la primera parte»

Del estudio de J.A.G. Ardila, traductor de nuestra edición

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En las tripas de Los artistas del hambre no podía faltar este genial bohemio inmortalizado por Valle Inclán en el personaje de Max Estrella en Luces de Bohemia. En este ilustrativo documental podéis ver las turbulencias de la vida de Alejandro Sawa y de su universo bohemio…

«Es usted impresionable e incansable. Es usted ansioso y deseoso; y hemos convenido en que sin escribir versos, es usted un poeta. En el Japón, en efecto, se siente usted un alma de laqueur o un artesano de zatzumas, pero ¿acaso antes en Hungría no se había usted sentido un instinto de tocador de violín?, ¿no me dijo usted una vez que había soñado con hacerse monje en Ávila?, ¿no es usted madrileño cuando le viene en gana, argentino cuando quiere y parisiense de París en todas horas y de todas maneras?…».

 

Rubén Darío

Prólogo a De Marsella a Tokio