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Qué decir de nuestra heroína: Conchita. «Conchita, la bella e inocente Conchita, sobre todo, ídolo y encanto de su difunto padre, delicia de toda la familia y bello ornamento de la villa». ¡Hace falta un par para poner a la angelical Conchita en un pedestal, como «ornamento de la villa», a la altura de la estatua ecuestre de algún prócer mexicano! Pero nuestro Justo Sierra no se arredra y nos deja claro en una frase que Conchita es la niña que todo padre quiere que no crezca ni tenga opinión…

¡Para qué hacer una carrera en la Autónoma si a la niña la podemos casar bien con algún mozo de buena familia, tal vez hasta de la nuestra!  Pero el destino funesto siempre se cruza y a las niñas bien, recién en el umbral de la pubertad, a veces se les aparece uno de los malos-malotes, para desviarles del camino recto. Bibliografía sobre el asunto abunda,y muy variada por cierto:

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Nosotros a Conchita nos la imaginamos más pija que Lara Dibildos, para qué mentir… Delicada, de piel nívea y hasta rosadica, ojos azules turquesa como el mar de Yucatán, y movimientos gráciles para ir de casa a misa y de misa a casa… que los tiempos no daban para más juergas. El boceto que nos envía desde China nuestra colaboradora (prima de uno de nosotros, no diremos de quién para mantener la intriga) está tomado de una foto de su primera comunión: la chica ya estaba crecidita, claro.

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Evidentemente, el de Conchita es un caso paradigmático de sobreprotección filial, y como parece que un tiempo atrás un filibustero ávido de sangre se cargó a su padre, y Conchita no sabe muy bien qué hacer con el complejo de Electra, mucho nos tememos que la pobre se va a acabar enamorando del primer desarrapado de tez morena que se atreva a echarle el aliento.

Pero mejor no adelantamos acontecimientos…

¿Por qué el libro no se titula El pirata? Sería más fácil, ¿no?

Más fácil puede ser, pero históricamente correcto, no.  Nuestro querido autor, Justo Sierra O’Reilly  —el literato, jurista, político e historiador que difundía la historia de Yucatán, México a través de revistas culturales— salpicaba sus narrativas con hechos y figuras históricos.  En 1841 El filibustero apareció en la revista El Museo Yucateco.  La trama de la novela y de la historia real sucede en agosto de 1633 cuando Diego el Mulato y 500 hombres desembarcaron en la costa de San Román.  Lucharon en las calles y las plazuelas hasta que los españoles se retiraron al convento de San Francisco.

Los primeros filibusteros llegaron a la costa de San Francisco de Campeche en el año 1559.  En 1675, el capitán inglés William Dampier confirmó que había unos 250 filibusteros entre ingleses, irlandeses, holandeses, escoceses y portugueses. Los Tratados de Madrid entre España e Inglaterra y de Utrecht en 1713 finalizaron 128 años de piratería en las costas de Campeche.Mapa moderno de Campeche

La palabra “filibustero” viene del francés filibustier, del inglés free-booter, y, a su vez, del neerlandés vrijbuiter. Filibustero significa “el que hace botín libremente.” Al igual que los piratas, los filibusteros saqueaban y quemaban las casas, mataban a todos los que impedían los robos, incluso raptaban a las mujeres. Lo que diferencia a los filibusteros de los piratas es que los filibusteros no robaban y huían enseguida, sino que se quedaban allí en las costas donde saqueaban y construían casas con los árboles y arbustos que se hallaban en la tierra.

Los filibusteros, entre ellos, Diego el Mulato, no eran piratas típicos, así pues merecen este nombre distinto.Un filibustero