De padre griego y madre italiana, Gisèle Prassinos (Constantinopla, 1920 – París, 2015) desarrolló en Francia una larguísima carrera artística y literaria. Fue una escritora precoz y a lo largo de setenta y cinco años, hasta poco antes de su muerte, publicó más de una treintena de libros de poesía y narrativa, al tiempo que se dedicaba también a la pintura, la ilustración, la elaboración de tapices y la escultura. Sus primeros poemas, escritos antes de cumplir los quince años, llegaron a oídos de André Breton y Paul Éluard, quienes quisieron ver en ella la encarnación de su ideal de escritura automática. Al amparo de los popes del surrealismo, Prassinos publicó su primer poemario, La sauterelle arthritique (‘El saltamontes artrítico’, 1935). Sin embargo, muy pronto se rebeló contra esa admiración infantilizadora: «Lo más importante en la escritura es el trabajo —afirmaba—. Trabajo, retrabajo mis textos para llegar a la armonía. No creo que una pueda contentarse con la escritura automática». A la vista de la singularidad, la excelencia y la fecundidad de la obra de Gisèle Prassinos, resulta incuestionable la pertinencia de introducirla por fin en el panorama de la edición literaria en español.
- Acero de Madrid. Epopeya.
- Antología sin título
- Banteki (El salvaje)
- Charlotte Temple
- Cuentos
- Cuentos de barro
- Cuentos criminales
- Diana Cazadora
- Diario de una viajera durante la guerra
- Distópicas
- El Filibustero
- El idiota de mi tio
- El odio es amor inverso
- El pescador de esponjas
- El rostro tocado por la pena
- Íntimas
- Juvenilia
- La bolsa de huesos
- La confidente
- La fuente envenenada
- La hermana cruel
- La mancha del alma
- La muerte es un país verde
- La sombra del humo en el espejo
- Los Arrecifes de coral
- La vida de pie
- Los artistas del hambre
- Los Haiduci
- Los oficios del libro
- Mujeres de artistas
- Novelas cortas
- Óigame un escuchito…
- Paquita
- Pequeñas historias de la Gran Guerra
- Poshumanas
- Raucho
- Resurrección
- Su majestad el Hambre
- Un día de guerra
- ¡Umbra!
- Vivir a manos llenas