Los oficios del libro

Periodismo y literatura: cómo escribo mi artículo semanal en la prensa española

Antonio Orejudo

Carlos Caramelo ha titulado su conferencia «Periodismo y literatura: cómo escribo mi artículo semanal en la prensa española», y ha pedido que conecten su ordenador portátil a un cañón de luz, que ya ilumina una pantalla a la derecha de la mesa. Caramelo está flanqueado por el profesor Romano Campa y por el presidente ejecutivo de la empresa Milky Products, la marca patrocinadora de la Facultad de Humanidades. El auditorio está repleto. Aunque no se ve, un grueso cristal antibalas separa al público del escenario. Es traslúcido y apenas se percibe, pero eso no importa, su presencia es una presencia latente.
Romano abre la botellita de agua. El chasquido del precinto al romperse se oye amplificado por la excelente megafonía de la sala. Y el agua cayendo con su gluglú en el vaso de plástico.
Toma la palabra el presidente ejecutivo de Milky Products Co. para dar las gracias a los presentes y para decir que la compañía está orgullosa de colaborar con la universidad. El presidente ejecutivo hace un canto a la libertad de expresión, a los valores de nuestra civilización, e insta a enfrentarse a la intransigencia y al fanatismo. Desmiente los rumores de que Milky Products Co. esté pensando retirar su apoyo a las Humanidades, y aprovecha para hacer una breve historia de la Milky Fellowship, una beca que han recibido personalidades tan importantes como Fulano, Mengano y, este año, Carlos Caramelo. A continuación cede la palabra al profesor Campa.
Romano Campa da las buenas tardes a todos y les agradece su presencia. Gracias al patrocinio de Milky Products Co., el Departamento de Humanidades de la Universidad Pública de Nueva York tiene el inmenso privilegio de contar con la presencia de una de las figuras más destacadas del panorama cultural español. Romano hace una breve semblanza de Carlos Caramelo.
Se extiende sobre su perturbador proyecto de escritor colectivo, y desgrana sus publicaciones: ha escrito esto y lo otro, es el primero que ha hecho tal cosa y el primero que ha hecho tal otra. Es además un articulista reconocido, que bebe directamente de los Essays de Montaigne.
A continuación toma la palabra Carlos Caramelo, que trata de intimidar al auditorio con su mirada. Caramelo está convencido de que para relajarse hay que inquietar a los asistentes, que la tensión de una sala se distribuye en dos vasos comunicantes: el de la gente y el del orador. Si el del orador se vacía, el de la gente se llenará. Si la conferencia gusta, el público emite espontáneamente unos rayos mentales relajantes e invisibles, de cuya existencia nadie que los haya sentido alguna vez puede dudar. Caramelo parece mirar a los ojos, pero en realidad no ve nada, solo bultos. Su vista ni siquiera se cruza con la de su colega y amigo Arturo Cifuentes, que se ha colocado en primera fila, entre el decano Ted Confitello y Joseph Lelous, al lado de Raquel Medina, que también ha acudido a escucharlo. Están todos los miembros del Departamento de Spanish: Amarilo Serna, que conversa animadamente con Magdalena Lima-Pintón; Berni Menlove, sentado entre dos estudiantes graduados, y Steve Murakami, detrás de Michael Iriarte y Lib, la mujer de Arturo Cifuentes. También está Benita Zwtova, que entra la última en el salón de actos, busca un asiento libre con la mirada y atraviesa el patio de butacas para ocupar uno que alguien entre el público le señala con disimulo.
—En primer lugar —empieza a decir Carlos Caramelo— quiero agradecer a la State University of New York at Stony Brook la hospitalidad con que ha acogido a un haragán como yo y la cordialidad con que me han tratado mis colegas en el Departamento de Spanish. Quiero agradecer también el generoso patrocinio de Milky Products, en virtud del cual me encuentro ahora frente a ustedes para explicarles cómo se escribe un artículo de opinión en la prensa de mi país. Y para ello, nada mejor que ponerme manos a la obra delante de ustedes. Para un escritor como yo es importantísimo cultivar el aura de intelectual. Yo, desde que me eché fama de esquivo y comprometido, tengo una columna semanal de análisis político en el diario más importante de mi país. Confieso que la mayoría de las veces no tengo ni idea de lo que digo, pero he llegado a la conclusión de que ahí es donde radica mi éxito. He traído aquí mi computadora portátil, porque me gustaría escribir delante de ustedes la columna que, por cierto, ya tendría que haber enviado al periódico, porque se publica mañana. Como tenemos un desfase de seis horas, seguro que la están esperando. Pero por favor, que no cunda el pánico, la escribimos en un momento. Siempre se escriben así las columnas, con el tiempo pegado al culo, como decimos en español.
»Enciendo la computadora como pueden ver en la pantalla. Así. El sistema operativo empieza a cargarse, escribo todas las contraseñas que me va pidiendo, se activa asimismo el antivirus, y cuando estoy conectado, abro un nuevo documento de Word. Así.
»Hoy voy a escribir sobre un tema que a ustedes les resultará familiar: el recrudecimiento del disturbio en los países occidentales. Esta mañana, según me ha explicado el profesor Romano Campa al venir, en Nueva York ha habido ciento noventa vehículos quemados y setenta detenidos.
»Bien. Lo primero es tener claro lo que se pretende: en mi caso contribuir a la construcción de mi perfil en España: un escritor que, al margen de su actividad literaria, está comprometido con su tiempo y se preocupa por informarse y por entender los conflictos de aquellos países a los que viaja por motivos de trabajo.
»Voy a comenzar usando las expresiones pérdida de referentes cívicos y fractura social. Con estos sintagmas cualquier banalidad impresiona. Sobre todo fractura social: ¿a que acongoja? Voy a redactar una oración con cada sintagma: Las sociedades occidentales viven desde hace varios meses al borde de la fractura social. Esta es una. Y ahora la otra: Una sociedad que ha perdido sus referentes cívicos es una sociedad en decadencia. Ya está.
»Ahora, en el segundo párrafo, voy a usar los términos empleados habitualmente por la izquierda: globalización, integración y multiculturalismo. Si escribo dos oraciones con cada término, ya tengo el párrafo listo. Vamos allá: Vivimos en el tiempo de la globalización. Una. La globalización marca en nuestro imaginario todos los ámbitos de la vida social. Dos. La integración ha dejado de ser una característica de las sociedades para convertirse en un imperativo. Tres, y bien larga. La política debe facilitar la integración si queremos un porvenir con garantías. Cuatro. El multiculturalismo ensombrece como un eclipse amenazador los logros sociales de la última década. Cinco, con un toque de poesía: al fin y al cabo soy escritor. Y seis: el multiculturalismo es un concepto para el que ya no hay opiniones. Ya está, no importa que sean frases absurdas. En España la oscuridad es una virtud estilística e intelectual, no lo olviden.
»En el tercer párrafo voy a lanzar acusaciones veladas sobre la deriva populista de las instituciones democráticas y de los líderes europeos. Voy a utilizar también la palabra mediatizados, que me parece muy amenazante en ese contexto. Pero la voy a escribir en cursiva. Mediatizados. La cursiva es fenomenal porque dota a las palabras de una dimensión que no tiene la redonda, las hace más profundas, más intelectuales. La cursiva le viene a decir al lector: “Mira, tú y yo somos mucho más inteligentes que la media, y más cultos; sin embargo, estamos constreñidos a utilizar el español estándar, como diría Windows. No tenemos más remedio que usar un código común a otros muchos mortales, inferiores a nosotros. Pero aunque yo diga mediatizados, en realidad quiero decir algo que va más allá, algo que solo tú y yo podemos entender. Ya sabes: mediatizados. Y si no sabes a qué me refiero, es que no mereces leerme y estoy perdiendo el tiempo contigo. Adiós muy buenas”.
»Bien, ya tenemos el tercer párrafo, como diría Montaigne. Ahora solo nos queda el último, que es el más sencillo porque podemos recurrir sin miedo a la escritura automática sin que por ello se resienta el significado de la columna. Vamos a ver cómo sale: Hemos llegado a las líneas rojas de la integración. Ahora, la juventud y la mayoría de las clases medias, maltratadas por los hervores de la crisis y por la amenaza terrorista que ha pesado como una losa sobre su sensación de liderazgo, demanda hoy más que nunca justicia, una justicia a todos los niveles, no solamente en el económico. Solo desde una posición justa podremos hacer frente a los desafíos que el nuevo tiempo ha traído bajo el brazo.
»Fin de la columna y fin de mi charla. Solo queda adjuntarla en un correo electrónico, y presionar Enter. ¡Chas! Ya tengo mil doscientos euros más en mi cuenta corriente, seiscientos por la columna y seiscientos por la charla. Algunas veces me da miedo la influencia que estos artículos ejercen sobre la sociedad. Los veo citados por ahí, colgados en páginas de internet, y me sorprende porque, como ya he dicho, ni yo mismo sé lo que quiero decir.
»Para mí es evidente, y con esto termino, que ante un mismo texto, cada lector entiende lo que le da la gana. Muchas gracias.