Catálogo de libros

El viaje sin fin

Alfonso Hernández Catá

Prólogo de Ronaldo Menéndez

Ficha técnica

136 págs.
143 x 215 mm
Rústica con solapas
ISBN: 978-84-8344-972-1
PVP: 14,90 € 

Edición y corrección:

Marcela Fernández Fong, Lucía Fernández Mosquera, Begoña Garayoa Navés, Patricia Jorge Trinchete, Lucía Llorente Sánchez, Esther Pérez Rivera, Cristina Romeral Quilez, Blanca Romero Peña, Andrea Vila Ortega, María Auxiliadora Zurera Vázquez. 

Un barco a la deriva. ¿Catalejo o caleidoscopio?
Ronaldo Menéndez 

Los protagonistas de esta novela están en un barco, los lectores y el resto de los personajes los vemos zarpar y nos quedamos en tierra. Un viejo capitán a punto de jubilarse, un joven pobre y apuesto que viaja en tercera, y una dama distinguida e interesada. Te pregunto, querido lector: ¿no te parece que con estos tres personajes navegando ya se nos insinúa un conflicto? Aunque casi nada en esta novela es lo que parece. Porque nuestro barco, que está hecho de papel y tinta, navega por primera vez ante tus ojos, lector, a través de tres cartas. Y es aquí donde asistimos a la primera fascinación, una de las muchas que hacen de esta novela un artefacto sorprendente: conocemos al barco y sus protagonistas porque lo primero que vemos es a tres carteros de dudosa moral que en una tasca de mala muerte violan la correspondencia y leen (nos dejan leer) tres cartas distintas donde cada protagonista cuenta sus impresiones y percances recíprocos en el momento de zarpar. 

Digámoslo de una vez: ¿clave Rashomon para contar una sola historia? ¿Multiperspectiva? ¿Géneros híbridos? Lo primero son tres cartas como ases del juego, un triángulo de conflicto como la crónica de una muerte anunciada sobre un barco. Aquí va a haber lío. Y perdemos de vista al barco durante una elipsis que concluye en una noticia de la prensa: el barco ha desaparecido para luego aparecer muy lejos de la ruta, al garete y con sangre fresca sobre la cubierta. Ha habido motín a bordo, secuestro y todo lo demás. Y aquellos tres cuyas cartas abrieron el juego han protagonizado el desastre. 

También tenemos a un narrador en tercera persona omnisciente, acorde a tanta narrativa decimonónica que luego pasa al siglo xx, y hay cartas, diálogos entre personajes secundarios, luego recortes de prensa y ¡hasta un juicio con distintos alegatos de los implicados! Digno del famoso cuento policial de Akutagawa o de los hermanos Karamázov. Señores del jurado: ¿cuál es la versión fidedigna de lo que realmente pasó en ese barco? Orden en la sala. Nuestra nave navega entre elipsis, en mares de diversos géneros narrativos que convergen para contar una sola historia. Estamos oteando un barco no con un catalejo, sino con un caleidoscopio. ¿Qué efectos y retos plantea esto para nosotros, los lectores de tierra? 

Señores del jurado: para leer bien esta novela necesitamos de un lector que no tenga nada de inocente. ¡Culpable confeso! Necesitamos que delinca, fuerce puertas, escale en la penumbra y meta las narices donde no le llaman. Un lector activo, porque al parecer nuestro barco es un submarino que solo sale a flote por momentos, el resto tenemos que imaginar lo, bucear, entrar a su secreta sala de máquinas, abrir la caja fuerte del capitán. A medida que avanzamos en la historia no solo vamos completando el qué y el cómo: lo más interesante, el verdadero reto, es que tenemos que asumir alguna de las versiones para desechar otras. Pero casi nada está resuelto, porque nuestra aventura, a bordo y con disparos, es pura piratería policial.