Archivo anual: 2012

Por fin podéis vernos las caras 😉 Aquí nos tenéis al completo en la presentación de las novedades 2012 de Libros de la Ballena en la Feria del Libro de Madrid: los editores -Ignacio, Sara G., Elena, Sara Pla, Sofía, Cali y Santi- junto con nuestra coordinadora -Virginia, que sostiene a su niño-, el director del Máster de Edición -Eduardo Becerra, con gorra- y José Miguel López, presentador del programa Discópolis de Radio 3 y prologuista de Óigame un escuchito.

El día 31 de mayo, dos compañeros del Máster de Edición UAM (Álex y Helena) se acercaron a Radio Vallecas para hablar sobre los cuatro libros que componen las novedades 2012 de Libros de la Ballena: La sombra del humo en el espejo, El filibustero, Diario de una viajera en guerra y, claro, Óigame un escuchito.

Os dejamos aquí el link al podcast del programa K+Tda para que podáis escuchar el programa:

http://www.ivoox.com/k-tda-programa-31-editorial-libros-ballena-audios-mp3_rf_1269158_1.html?autoplay=1

¡Que lo disfrutéis!

Image

Leer cuentos, escucharlos, saborearlos, sentirlos, crearlos, manosearlos… Hacerlos nuestros, al fin y al cabo. Y, a punto como estamos de serviros en bandeja los de Carrasquilla, os dejamos una maravillosa reflexión sobre este género literario.

Y no le voy a robar más la palabra al poeta…

Sé todos los cuentos

Yo no sé muchas cosas, es verdad.
Digo tan sólo lo que he visto.
Y he visto:
Que la cuna del hombre la mecen con cuentos,
que los gritos de angustia del hombre los ahogan
con cuentos,
que el llanto del hombre lo taponan con cuentos,
que los huesos del hombre los entierran con cuentos,
y que el miedo del hombre…
ha inventado todos los cuentos.
Yo no sé muchas cosas, es verdad,
pero me han dormido con todos los cuentos…
y sé todos los cuentos.

León Felipe

Presentación de las novedades en la Feria del Libro de Madrid

Ya está aquí la Feria del Libro de Madrid, AKA #flm12. Déjennos decir que es intrigante, emocionante, espeluznante y desconcertante presentar un primer libro. EL primer libro. Porque no volverá a haber un primero. Jamás. Muchos llegarán después, fruto de unas, seguro, fulgurantes carreras editoriales, pero ninguno igualará este debut. Temblaremos, lloraremos, chillaremos y lanzaremos birretes con euforia.

Así que si quieren compartirlo con nosotros, ya saben donde encontrarnos.

Parecía que los filibusteros iban a retrasar su llegada por el fuerte oleaje. Incluso la hermosa doncella había perdido toda esperanza de volver a encontrarse con su ángel negro…

Sin embargo, se han izado las velas en el horizonte y un buque oscuro como la noche se dirige con rapidez hacia nuestra orilla…Está a punto de ocurrir, el acontecimiento que todos estábamos esperando con una mezcla agridulce de terror y de júbilo. El filibustero más temible de todos los tiempos atracará en breve para reclamar el puesto que le corresponde y para demostrar que los piratillas de tres al cuarto que estamos acostumbrados a ver, se harían pis en los pantalones si se cruzasen con él.
Habrá desvelos, sangre y fuego pero los finales felices son para cobardes y a nosotros siempre nos gustó el riesgo.

Disfruten con el suspense…

Aquí os dejamos el booktrailer de nuestro libro que se publicará en Junio.

Esperamos que os guste.

[youtube http://www.youtube.com/watch?v=8_rATY2SwSI]

Justo Sierra O'Reilly

 

Justo Sierra O’Reilly, hijo del cura español José María Domínguez y María Sierra O’Reilly, nació en el pueblo de Tixcacaltuyú, Yucatán, en septiembre de 1814, y murió en Mérida, en enero de 1861.   Se le conoce como el padre de la novela en Yucatán, donde fundó tres revistas: El Museo Yucateco, El Registro Yucateco y El Fénix.  A través de estas publicaciones periódicas luchó incansablemente por un cambio social, político y económico. La primera de ellas le sirvió como plataforma para plasmar el legado cultural e histórico de Yucatán y  sus temas abarcaban desde la historia de la dominación española, la literatura europea, leyendas indígenas, las artes y las ciencias hasta el valor histórico de los edificios mayas de la región. Precisamente en esta revista apareció su obra El filibustero en 1841, firmada con el pseudónimo de José Turrisa, anagrama de su propio nombre.

En septiembre de 1847, ante la amenaza de la insurrección maya y el estallo de la Guerra de Castas en Yucatán, Sierra O’Reilly viajó a Estados Unidos en busca de ayuda para el control del levantamiento armado indígena. Aunque la Unión Americana rechazó la súplica, de este fracaso nació su libro Diario de nuestro viaje a los Estados Unidos. Durante la época más intensa de La Guerra de Castas escribió La hija del judió, basada en el siglo XVII, pero repleta con ecos de la actualidad tumultuosa.  De este modo, Sierra O’Reilly, mas bien bajo los seudónomos José Turrisa o Tomás Isurre y Ara, recontaba la historia mediante de la ficción.  En casi todas sus obras protaganizas personajes y hechos reales de la historia de Yucatán.

Murió a causa de una terrible enfermedad, la lepra en 1861 en la ciudad de Mérida,  curiosamente después de haber publicado la novela Un año en el hospital de San Lázaro, que habla sobre los leprosos. Justo Sierra ha pasado a la historia como uno de los mayores eruditos de su época, ya que no sólo fue literato, sino también jurista, político e historiador y un hombre comprometido que luchó durante toda su vida por el pueblo mexicano. 

   A lo largo del libro, en todos los cuentos de Carrasquilla, las referencias gastronómicas son una constante. La lectura estará salpicada de alusiones a platos y bebidas típicas colombianas; el rancho, genérico usado en América para la comida, está intrínsecamente ligado a la cultura del país y es de una riqueza inmensa. La gastronomía típica antioqueña fue desarrollada principalmente en zonas rurales, de alta montaña, aisladas del resto del territorio colombiano debido a la imposible geografía de la zona, y han perdurado hasta la actualidad extendiéndose por toda la región paisa. Se basa en muchos productos autóctonos como el maíz y el frijol, y en diversas variedades de carnes y peces.

   Así, encontramos bebidas típicas como el aguardiente, la chicha  el agua de panela o el cacao molido con jamaica,  con las que los lugareños riegan alimentos tan variados como arepas de arroz y de maíz (sin duda las reinas de la cocina antioqueña), tutumadas, hojaldres, carisecas, papas, cocos de huevos, frijoles, sal de Guaca, confites, chocolate sin harina, conservón de brevas, longanizas, chicharrones, buñuelos, huevos tibios, hojuelas, natillas o mazamorras.
El importante papel de la gastronomía se verá en los cuentos no solo en la aparición de numerosas referencias gastronómicas, sino en el desarrollo de ciertas escenas importantes de algunos de los cuentos en las cocinas de las casas. Para cerrar este post y dejaros con un buen sabor de boca, aquí os dejamos la receta de las arepas. ¡Animaos a preparad esta delicia!
Bon apetite!!

AREPAS COLOMBIANAS

MASA PARA HACERLAS:
INGREDIENTES:
  • 2 tazas de harina precocida de maíz.
  • 2 tazas de agua (*)
  • 2 cucharaditas de harina de trigo (**)
  • 2 cucharaditas de leche en polvo (**)
  • 1½ cucharadita de sal
  • ½ cucharadita de azúcar (***)
  • 4 cucharadas de aceite vegetal (preferiblemente de maíz).

Arepas

PREPARACIÓN:

Se colocan los ingredientes en un recipiente grande, se revuelve con una cuchara de madera hasta que todo se una bien (no hay que preocuparse si al principio la masa parece demasiado floja).
Dejar  reposar 4 a 5 minutos.
Luego se amasa la mezcla con las manos. No debe quedar muy dura, ni empelotada, ni floja, debe ser suave y con una textura tal que se pueda trabajar con las manos sin que se pegue a estas.
Amasar durante unos cinco minutos y dejar reposar la masa de nuevo, después se rectifica la textura (*).

(*) Con harinas pre-cocidas una taza de ella por una taza de agua debe dar la textura exacta, para corregirla agregue durante el amasado, muy poca agua -y muy poco a poco- o harina según sea el caso hasta lograr la textura deseada.

(**) Esto es opcional y la da a la masa maleabilidad y buen color durante el cocido (cuando la masa se use para empanadas usar el doble de harina de trigo).

(***) También opcional busca destacar el sabor del relleno que de use luego (cuando la masa se use para empanadas es indispensable).

Una vez tenemos la masa, se toma una pelotita de unos 5 o 6 cm de diámetro (la cantidad determinará el tamaño de la arepa) y con las manos se le da la forma, hasta que queden redonditas, aplanadas y del grosor deseado (1 a 2½ cm).
Al aplanarlas no deben cuartearse los bordes; si esto sucede le falta agua a la masa…
Se colocan sobre un budare (o sartén grande) bien caliente, al que se ha engrasado muy levemente con un papel de cocina empapado en aceite.  Cuando se ha cocinado por un lado (formada una especie de costra) se dan la vuelta y se colocan por el otro lado.  Luego se colocan dentro del horno entre 7 y 10 minutos para que se cocinen, sin dejarlas quemar (los hornos eléctricos de resistencia resultan ideales). Dejar reposar unos 4 o 5 minutos antes de comerlas; deben ser consumidas en las dos horas siguientes.

«Y este es mi criado de allá: mi mejor amigo. Los años han pasado, las rojas siestas africanas se han ido amortiguando en mi memoria. La silueta de Zahir Shaik también ya no es sino una de esas sombras chinescas que nos fingen los recuerdos. Y ahora que veo por mis ventanas los descargadores del Sena, ahora que suaviza mi mano mis cabellos encanecidos, me parece otra vez tan lejos como un sueño ese Egipto que yo soñaba cuando niño; tan irreal como si no hubiese existido nunca para mí, como si no existiese en ninguna parte».

La confusión que produce este género en el lector no está en las palabras sino en reconocer dónde empieza la biografía del autor y dónde las peripecias del personaje. Así es en La sombra del humo en el espejo.

Algunos elementos están sacados de la biografía de D’Halmar y otros sencillamente inspirados en ella, es el caso, por ejemplo, del personaje del médico que le atiende en Calcuta cuando sufre su enfermedad, Girish Chandria Gosh, al que posiblemente nombró así por Girish Chandra Ghosh, actor y director de teatro de la época en la que nuestro autor fue cónsul allí. Con él comparte, además de la similitud en el nombre, el carácter espiritual y la infinita sabiduría que toman de la búsqueda de la iluminación suprema.

Sin embargo, lo que más ha despertado la curiosidad de los que han estudiado su obra es la figura de Zahir. Se ha cuestionado en distintos estudios el carácter real o utópico de este personaje, ya que consta que a D’Halmar le acompañó en estos viajes el pintor Rafael Valdés (tras conocerse en la Colonia Tolstoyana, fundada por nuestro autor y frecuentada por el pintor). Por ese motivo, se ha llegado a valorar la posibilidad de que Zahir sea una representación de este. También se ha pensado que ambos (el autor y su acompañante) conocieron al guía en las Pirámides, como se cuenta en el texto. Esta hipótesis tomaría su sentido del plural que usa D’Halmar, aunque solo en algunas ocasiones, para referirse a sí mismo: «La primera vez que vinimos con Zahir…» o «En el mismo puente de Masr, viendo el río y sus barcas y sus darabiehs, nos encontramos con Zahir un día que, todo entero, queríamos emplear en visitar juntos los sitios de El Cairo que ni él ni yo conocíamos». Por último, hay teorías que apuntan la posibilidad de que Zahir sea, sencillamente, un personaje inventado fruto de la imaginación del autor o basado, en todo caso, en sí mismo, creando este personaje como su alter ego.

Real o no, queda en la percepción de cada uno…

El 23 de abril de 1616 fallecían ex aequo Miguel de Cervantes y William Shakespeare, paquidermos de la literatura universal. Lo hicieron, con toda probabilidad, como homenaje préstumo del acontecimiento que vendría a suceder 266 años después en el interior del vientre de una joven de Valparaíso, Manuela Thompson.

Era 1882 y medio mundo conocido andaba a la gresca. Los zares rusos eran asesinados a pares, Egipto se hacía oficialmente British y Londres estaba a punto de conocer los primeros hits de Jack el Destripador. Un señor de Ohio con mucha imaginación fundaba la General Electric y conseguía que la electricidad pasara a través de unos filamentos en el interior de una bombilla. Claro que no lo llamó bombilla, sino globo de lámpara incandescente, y el efecto Edison era, en realidad, una emisión termoiónica.

Pero la joven Manuela Thompson, ajena a todo ello, incandescía y posteriormente daba a luz al hijo del navegante bretón Auguste Goemine. El pequeño Augusto, que más tarde tapizaría su apellido para ganar brillo en los salones europeos, llegaba al mundo un 23 de abril. Oyen bien. Un día celebrado entre rosas y posteriormente auspiciado por la Unesco. Tal-día-como-hoy, 130 años ha.

Así que no titubeen. Compren, alquilen, mercadeen, presten, roben, intercambien, trafiquen, regalen, bookcrossineen, sobornen, importen, especulen en bolsa… pero, hagan el favor, lean.

PD: ¿Qué cuál es EL libro, dicen?

El filibustero es una novela de muy pocas páginas, así que uno de los grandes retos a los que nos hemos enfrentado en la edición del libro ha sido la extensión. La primera idea que se barajó fue incluir ilustraciones, pero ¿a quién le íbamos a pedir el encargo y, además, gratis? Nuestra compañera, Xian Li, nos habló de una prima suya, ilustradora profesional.

Le pedimos un par de sketches que nos gustaron mucho porque tenían, precisamente, un punto de dibujo de cómic con el que queríamos llegar a un público concreto. Pero, la distancia, la lengua y la cultura iban a jugar en nuestra contra, sin mencionar que nuestra ilustradora, Chao Wang, tenía un trabajo a tiempo completo.

Cada vez que se pide un encargo a un ilustrador es necesario hacer un briefing de cada ilustración y lo ideal no es describir una escena concreta, sino una idea o impresión. Claro, esto es muy fácil en la teoría, pero cuando tienes que cruzar fronteras no solo lingüistas sino culturales, la cosa cambia.

¿Cómo le explicábamos la idea de un pirata caribeño? ¿Y la de una heroína de clase alta del siglo XVII mexicano? ¿Habría visto alguna vez edificios de la época? Pues, obviamente, no, no y no. Nuestra estrategia fue darle el mayor material posible para que pudiera tener una referencia y, por supuesto, describirle lo más detalladamente posible las escenas que, a su vez, Xian le tradujo al chino.

El resultado final ha sido un buen trabajo, quizás las ilustraciones reflejen en demasía escenas concretas del libro, pero son los riesgos que se corren en la travesía de Occidente a Oriente. Aquí tenéis algunas para ir abriendo boca. ¡Buen provecho!

Confesiones íntimas de una mujer (Les enfants du siècle), título de una de las varias películas francesas sobre la vida de George Sand, en la que se trata la relación mantenida entre esta peculiar escritora y el también escritor Alfred de Musset, una relación no vista con buenos ojos por parte de ambos, y de la cual surge el libro  Las Confesiones de un hijo del Siglo en el que Alfred Musset narra el verano que pasaron juntos en Venecia.

[youtube http://www.youtube.com/watch?v=KuKZcFfcG9I]

[youtube http://www.youtube.com/watch?v=vXJ-eI9lBxA]

La autoficción, proveniente de Francia hace más de treinta años, es el tipo de narrativa en la que el autor utiliza su nombre propio y crea un personaje ficticio basado en él. El autor narra su obra de manera biográfica y se basa en hechos reales pero a su vez juega con la legitimidad de estas, advirtiéndonos que la ficción toma su papel dentro de ella –diferenciando a esta de la autobiografía. En 1977, el escritor francés Serge Doubrovsky, creó el término «autoficción» al escribir la que sería la primera novela de este género, Fils (París, Galilée). Por otro lado, muchos expertos afirman que este género ya había sido explorado a lo largo del siglo xx, pero Doubrovsky le asignó un nombre y utilizó su propio nombre en la obra.

Augusto d’Halmar fue desde sus principios un partidario de este tipo de narrativa, ya que con la utilización de un seudónimo desdoblaba sus historias creando de este modo un ejercicio literario confuso y ambiguo para todo lector, como lo es La sombra del humo en el espejo…

“Las ficciones, especialmente las literarias,

enseñan más que la historia misma.” 

Tomás Carrasquilla

A pesar de ser más conocido por su faceta de escritor y crítico literario, Carrasquilla también era un ácido cronista de la realidad política y social de su tiempo. Tras abandonar la placidez de Santodomingo –la pequeña villa montañosa que lo vio nacer– por las bulliciosas calles de Medellín para iniciar sus estudios universitarios, se encontró con una Colombia desconocida, sacudida por las guerras civiles, que le obligaron a regresar al hogar de su infancia. Fue una época convulsa, marcada por el enfrentamiento entre conservadores y liberales, las crecientes tensiones entre la capital y las provincias y la influencia que el poder eclesiástico ejercía en el ámbito de la educación, y Carrasquilla no permaneció ajeno a la lenta evolución que estaba sufriendo el país.

La “Guerra de las Escuelas” o “Guerra Santa”, como se la conocería posteriormente, tuvo su origen en la antigua aspiración liberal de establecer un sistema de educación pública que permitiera la posibilidad de escoger entre enseñanza laica o religiosa, y que de tener éxito supondría el fin del monopolio de la Iglesia en materia pedagógica. Sin embargo, sería incorrecto reducir las causas del conflicto a un solo extremo, la inestabilidad que condujo finalmente al levantamiento de los estados conservadores en apoyo de los sacerdotes y contra el gobierno legítimo presidido por Aquileo Parra venía de mucho antes, y se prolongaría hasta la segunda mitad del siglo XIX.

Hasta la llegada al poder de los liberales, la mayoría de las escuelas colombianas habían estado ubicadas en grandes ciudades y tradicionalmente en manos de instituciones religiosas, allí los niños aprendían a recitar, memorizar y rezar, pero al acabar su instrucción muchos de ellos apenas sabían leer y escribir. La situación en los pueblos era aún peor, con frecuencia los campesinos sacaban a sus hijos del colegio para ayudar en las tareas del campo y colaborar en el sostenimiento del núcleo familiar, a la educación formal apenas se le daba valor al considerarse una distracción o un trámite molesto que había que cumplir cuanto antes, pero sin ninguna utilidad práctica.

Paradójicamente, la mayor oposición a las reformas surgió en aquellos territorios que más podrían haberse beneficiado de su aplicación. Los altos índices de analfabetismo, la extrema pobreza y la connivencia de la jerarquía religiosa con el poder económico, hacían estériles los intentos por introducir cambios en un entorno en el que la invocación del poder eclesiástico bastaba para zanjar cualquier discusión y la autoridad de los sacerdotes se ejercía tanto en la familia como en la iglesia.

Carrasquilla aborda este período sombrío de la historia de su país en la novela corta Luterito. En ella, los principales poderes del pueblo ficticio de San Juan de Piedragorda –representados en la figura del padre Vera, doña Quiteria y el alcalde– acuden al llamado del gobierno de la provincia para levantarse en contra de los planes para secularizar la educación pública promovidos desde el gobierno central. En su celo protector de la integridad de la Iglesia, arrastrarán a sus vecinos, inflamando los hábitos de todo el pueblo al presentar las reformas como fuente de toda clase de amenazas, reales o imaginarias.

El personaje central que presta título a este relato es el padre Nicolás Casafús, apodado con sorna Luterito por su carácter levantisco, clérigo y coadjutor del párroco de San Juan, Ramón María Vera. Hombre piadoso y temperamental, Casafús mantiene siempre una postura de una gran rectitud moral que en ocasiones le enfrenta con sus feligreses y sus superiores, a pesar de lo cual –o precisamente por ello– será objeto de rumores y dudas durante los primeros días del levantamiento, al punto de obligar al padre Vera a intervenir y exhortarle a que apoye la rebelión y responda desde el púlpito a las acusaciones de liberalismo lanzadas contra él.

No solo se niega a defenderse, por considerar que hacerlo sería una afrenta a su dignidad como hombre y como sacerdote, sino que además pronuncia en la iglesia un encendido sermón a favor de la paz pues «las ideas no se acaban a cañonazos ni se propagan a bayoneta calada». Su negativa le acarreará graves consecuencias en la forma de una denuncia al Obispo instigada por Quiteria Rebolledo de Quintana, viuda de insufrible beatería y receloso guardián de las prácticas religiosas, quien con ayuda del vecino Efrén Encinales logra convencer al crédulo párroco Vera del radicalismo del padre Casafús y lo conduce a firmar la solicitud de suspensión de sus funciones.

La novela comienza con el viaje que emprende Milagros Lobo hacia Medellín para tratar de interceder a favor de Casafús ante el Obispo. Aunque Carrasquilla la describe como un personaje humilde, es también una mujer de temple, liberal radical, con estudios, y una de las pocas personas –junto con las Valderramas y el cojo Pino– que se oponga a los manejos de don Efrén y doña Quiteria. Mientras el lector la acompaña en su peregrinaje asistiremos al relato de los hechos que la han llevado a tomar esta determinación.

Es preciso remarcar que aunque Carrasquilla se sirve de diversos caracteres para representar las distintas posturas enfrentadas en este conflicto, estos nunca devienen en meros arquetipos, al contrario, a lo largo del relato se nos desvelarán sus deseos, sus miedos y sus dudas. Y es precisamente aquel alrededor de quien gira toda la narración quien menos oportunidades tendrá de expresarse en sus páginas, de Casafús sabremos más a través de los diálogos que intercambian los distintos personajes que participan en esta historia que por sus propias palabras, el autor incluso se permite el lujo de omitir el texto del sermón sobre la paz que actúa como detonante de la trama y dejar su contenido a la imaginación del lector, sin que por ello la lectura se resienta en lo más mínimo.

Por su coraje y su nobleza, Luterito o el padre Casafús, permanece como uno de los personajes más valorados dentro de la obra de Tomás Carrasquilla.

¿Cuándo comienza la modernidad literaria en Colombia? Habrá, por supuesto, que seguir investigando y discutiendo, pero por el momento uno podría decir que esta categoría (lo mismo que la “independencia literaria”) comienza a evidenciarse en las obras de Tomás Carrasquilla. Y no es de poca monta el asunto.

[…]

Una de sus virtudes consiste en la capacidad para crear un  pueblo. Para incluir la cultura de los vencidos, su lenguaje, sus dichos, sus ropajes, sus maneras de celebración, en fin, en la literatura.  Es, a su vez, una especie de historiador de las mentalidades y las costumbres. Muestra al indio, al liberto, al negro, al cura, a los de arriba, a  los posudos y pretenciosos… Pero también la  fiesta, las creencias, la ciudad.

Autor: Reinaldo Spitaletta.

Artículo publicado en El Espectador (Colombia) el 22 de noviembre de 2010.

Para seguir leyendo este artículo, pincha aquí: http://www.elespectador.com/columna-236193-el-moderno-tomas-carrasquilla

Retrato de Tomás Carrasquilla

Después de describir a la protagonista, la dulce y angelical Conchita, se hace necesario hablar del motivo que llevó a tan cándida criatura a abandonar el camino correcto. Decir que se trata de un hombre valiente, aguerrido y un poco sanguinario sería simplificar demasiado su figura. Y es que Diego el mulato también tiene su corazoncito, escondido detrás de los bronceados pectorales. Hoy diríamos que es un joven con problemas de adaptación, víctima de las circunstancias. Proviene de una familia desestructurada: Su madre tiene un pasado y una procedencia “dudosos”, no en vano a nuestro Diego lo llaman “el Mulato”; Su padre es un delincuente reconocido y buscado, un filibustero (lo que se llevaba en el siglo XVII) y únicamente se ha mostrado orgulloso de su hijo cuando delinque a su imagen y semejanza. Pero muy en el fondo quizá Diego, el mulato, tenga escrúpulos. No en vano un ser capaz de enamorarse a primera vista y de enfrentarse a hordas de campechanos para fugarse con su amada, tiene que tener un espíritu romántico que ennoblezca su alma. Aunque se condene por nimiedades como quemar villas o cortar cabezas.

Image

El caso es que alguien con los antecedentes de nuestro protagonista tiene pocas probabilidades de acabar bien. Si su época hubiese sido la actual sería carne de cañón, de centros de menores primero y  de algo así como “Mujeres, hombres y viceversa” después. Defendería a su “chati” en las discotecas a puñetazo limpio y engrosaría la lista de la temida “generación ni ni”. Pero no, a nuestro Diego le tocó capear otros temporales con otras vicisitudes en una época en la que ser un “ni ni” no tenía la menor gracia así que tenía que dedicar su vida a algo y, ¿qué podría ofrecer él a una niña bien como Conchita? Poca cosa pensarán algunos, una vida apasionada y llena de aventuras pensarán otras…En cualquier caso, el pobre no tuvo otra opción que seguir los pasos de su padre (que, por desgracia, no era sastre ni posadero) claro que, de otro modo, la historia no tendría la menor importancia y nos estaríamos perdiendo una leyenda formidable.

Tanto D’Halmar como Milosz  procedían de un cruce de   culturas y de familias antiguas. Augusto Goemine Thomson   —verdadero nombre de Augusto d’Halmar— era hijo de    Auguste Goemine, exmarino y comerciante bretón —que desapareció cuando D’Halmar tenía 10 años— y de Manuela Thomson, chilena descendiente de suecos y escoceses. A D’Halmar le gustaba especialmente presumir de sus legendarios antepasados escandinavos, por lo que es muy probable que adoptara  su seudónimo de su abuelo materno, John Joachim Thomson, Barón de D’Halmar.

Milosz no se quedaba corto, su madre, Marie Rosalie Rosenthal, era una judía polaca de Varsovia y su padre, Vladislas de Lubicz Milosz, era un exoficial del ejército ruso. Además, Milosz  vivió los numerosos cambios que afectaron  a la región donde nació: Čareja. En aquel momento pertenecía a la Rusia Imperial,  por lo que Milosz era ruso de nacimiento. Se crió en esta región hasta que se trasladó a París para realizar sus estudios. El francés fue la lengua que eligió para su producción literaria. Al independizarse Polonia y Lituania en 1918, se decantó por esta última, aunque apenas conocía la lengua, pero la identificaba con la nación de sus ancestros. Y es que, como cuenta el propio D’Halmar: Oscar Vladislas de Lubicz Milosz «era por línea paterna directo descendiente de los soberanos de Lausacia o Lausitz y, por ende, podía haber sido el pretendiente real de Lituania, si al emanciparla de Rusia el Tratado de Versalles se hubiese restaurado en ella la monarquía. Hubo un momento que en ello se pensó y, como Augusto Villiers de l’Isle Adam cuando renunció a sus derechos a la corona de Grecia, por no tener traje de etiqueta para presentarse ante el Elíseo a reivindicarlos, Milosz me participó su posible elevación al trono de su país, una noche que, con billete de segunda clase, tomábamos en el Chatelet, el metropolitano del Nord-Sud, con dirección a la casa de Alejandro Sux, en Pigalle».

Oscar Milosz y D’Halmar se conocieron en París y desde el primer momento se estableció entre ellos una relación que desafiaba las leyes del tiempo, muy al gusto de los dos: «Al día siguiente de haberle conocido, me escribió la dedicatoria: “Con mi afecto de un día y una eternidad”».

Para D’Halmar el poeta lituano era un maestro, el poeta que le había reconciliado con el verso y el amigo que le enseñó la amistad. D’Halmar llegó a decir: «Yo no traía, quizás, a España, sino la misión de dar a conocer a este poeta». Se convirtió así en el celoso precursor de sus iniciados en España al traducir y publicar una selección de poemas de Milosz en una edición dirigida solo a aquellos que supieran apreciarlo. El libro, publicado en 1922 en la Colección Auriga, tuvo solo una tirada de 100 ejemplares numerados: «Nos apenaría que un solo ejemplar se extraviase en las manos de un indiferente. Amamos demasiado al maestro, para exponerle a la incomprensión; le comprendemos lo suficiente para saber cuán raro es el estado de gracia que su palabra, como toda la palabra de la vida, requiere: Dejemos a los muertos que entierren a sus muertos».

Para esta edición eligió poemas de sus colecciones más evocadoras y líricas, Las Siete soledades y Sinfonías, de la más enigmática Adramandoni y de la más filosófica Confesión de Lemuel. Sin embargo, fue del misterio bíblico Mefibóset —obra dramática cuya traducción también estaba preparando, pero que no llegó a publicarse— del que extrajo este fragmento que ocuparía el lugar de la dedicatoria que abre La sombra del humo en el espejo

“Cada obra varía según quien la lea.

El lector le pone su belleza, su moralidad,

su saber sus caviloseos y suspicacias.”

Tomás Carrasquilla

Quien se acerca por primera vez a la obra de Tomás Carrasquilla no tarda en descubrir que pertenece a esa casta privilegiada de narradores que escapan a las etiquetas. El mismo rigor y la atención por el detalle que con el tiempo se convertirían en su marchamo –y que la intelectualidad de la época, ofuscada por los cantos de sirena del romanticismo, solía afearle como sus mayores defectos– le valieron ser tildado por algunos de costumbrista en un ambiente literario en el que no había mayor pecado que escribir sin adornos en la lengua; pero también le sirvieron para plasmar como nadie antes los profundos contrastes de su tierra natal.

A finales del siglo XIX Colombia se encontraba dividida, no sólo económica y socialmente, sino también por sus costumbres. A un lado, la pujante burguesía de ciudades como Medellín y Bogotá, formada en su mayor parte por comerciantes y funcionarios, descendientes de europeos; pero también por la nueva aristocracia de los terratenientes, dueños de grandes haciendas que buscan un lugar propio en la política y los negocios, a los que la pluma del antioqueño retrata sin piedad en relatos como Esta sí es bola, reprochándoles su provincianismo y estrechez de miras. En el otro extremo, histórico y geográfico, se encuentra el proletariado rural, el paisa, diseminado a lo largo de valles y altiplanos, mayoritariamente indígena pero dueño de una vasta cultura oral, profundamente religioso y celoso de sus tradiciones; este último es el protagonista de gran parte de su producción literaria, y nos ofrece la ocasión de asomarnos a las vidas de unos personajes a veces trágicos, otras heroicos, pero siempre fascinantes, que se resisten a abandonar al lector una vez se cierran las páginas del libro.

Qué decir de nuestra heroína: Conchita. «Conchita, la bella e inocente Conchita, sobre todo, ídolo y encanto de su difunto padre, delicia de toda la familia y bello ornamento de la villa». ¡Hace falta un par para poner a la angelical Conchita en un pedestal, como «ornamento de la villa», a la altura de la estatua ecuestre de algún prócer mexicano! Pero nuestro Justo Sierra no se arredra y nos deja claro en una frase que Conchita es la niña que todo padre quiere que no crezca ni tenga opinión…

¡Para qué hacer una carrera en la Autónoma si a la niña la podemos casar bien con algún mozo de buena familia, tal vez hasta de la nuestra!  Pero el destino funesto siempre se cruza y a las niñas bien, recién en el umbral de la pubertad, a veces se les aparece uno de los malos-malotes, para desviarles del camino recto. Bibliografía sobre el asunto abunda,y muy variada por cierto:

ImageImage

ImageImage

Nosotros a Conchita nos la imaginamos más pija que Lara Dibildos, para qué mentir… Delicada, de piel nívea y hasta rosadica, ojos azules turquesa como el mar de Yucatán, y movimientos gráciles para ir de casa a misa y de misa a casa… que los tiempos no daban para más juergas. El boceto que nos envía desde China nuestra colaboradora (prima de uno de nosotros, no diremos de quién para mantener la intriga) está tomado de una foto de su primera comunión: la chica ya estaba crecidita, claro.

Image

Evidentemente, el de Conchita es un caso paradigmático de sobreprotección filial, y como parece que un tiempo atrás un filibustero ávido de sangre se cargó a su padre, y Conchita no sabe muy bien qué hacer con el complejo de Electra, mucho nos tememos que la pobre se va a acabar enamorando del primer desarrapado de tez morena que se atreva a echarle el aliento.

Pero mejor no adelantamos acontecimientos…

«Si en el oro están comprendidos todos los valores, 

en la sencillez están comprendidas todas las virtudes.»

Tomás Carrasquilla

Resulta chocante descubrir cómo un autor al que se ha acusado de emplear un estilo alambicado y de difícil lectura se desenvolvía sin ningún artificio en su vida diaria. Aunque Carrasquilla podía ser un crítico terrible con sus enemigos, era también un polemista formidable al que le gustaba frecuentar las tertulias literarias y los cafés de Medellín, donde no tardaba en enzarzarse en airadas discusiones con otros escritores, pues no era el antioqueño hombre de guardarse opiniones.

De orígenes humildes, antes de alcanzar la fama con sus obras desempeñó los más variados trabajos para subsistir: en distintas épocas de su vida fue sastre, atendió el dispensario de una mina, trabajó como secretario de un juzgado, e incluso ocupó una plaza de funcionario ministerial; que le proporcionaron un amplio conocimiento de los distintos estamentos que formaban la sociedad de su tiempo y un fino oído para los dialectos y las diferentes formas del habla, detalles que luego adoptaría en sus escritos.

Continuará…

Publicado el por Oigame un escuchito | 1 comentario

Para el eminente crítico chileno Hernán Díaz Arrieta, Alone, Augusto d’Halmar era el individuo más raro, enigmático y evasivo de cuantos había conocido. Un vagabundo de porte aristocrático que recordaba la herencia del dandismo al estilo de Wilde. Un gran conversador, melancólico y distante, y un maniático gastronómico.

Augusto d’Halmar hizo de la ambigüedad, de lo evanescente, su esencia; y supo mostrar así lo que todos intuían, su homosexualidad. La atracción homoerótica recorre toda su obra, entendida siempre desde un sentimiento de amor fraternal entre hombres siguiendo la tradición griega, en la que el goce entre los varones supone una unión superior y excelsa, frente a la brutalidad y animalidad de las relaciones de mujeres y hombres cuyo único fin es la procreación. Ya en la constitución de la Colonia Tolstoyana era llamativo, incluso para sus socios fundadores (Fernando Santiván y Julio Ortiz de Zárate) su rechazo y aversión a la presencia de cualquier mujer. Siempre sin que nada fuera nombrado. El crítico Alone se refería sutilmente a la sexualidad de D’Halmar como a ese «uranismo» sin el cual no es posible entender nada, aunque tampoco lo explique todo.

En las obras de D’Halmar los amantes conectan más allá del deseo y entablan un amor al estilo más orientalista de fusión de almas, con exuberancia y sensualidad. En su literatura se distingue el amor homosexual solamente físico, que el autor caracteriza negativamente, y aquel trasciende lo físico para alcanzar una mayor consciencia; sería el amor puro pero no exento de carnalidad. Las historias de amor homosexual de D’Halmar se exponen en su mayor profundidad, como una revelación cuanto mayor es su imposibilidad.

Augusto D’Halmar escribió y publicó en España (de 1920 a 1924) la que será una de las primeras novelas de temática explícitamente homosexual, se trata de Pasión y muerte del cura Deusto, considerada como una de sus mejores novelas e incomprendida en su época. En ella se  narra la historia del cura Ignacio Deusto, que llega a la iglesia de San Juan de La Palma, en Sevilla, huyendo de su ciudad natal, Algorta, y de su «mejor amigo» que ha abandonado el seminario para casarse con su hermana. En Sevilla conoce a Pedro Miguel, Aceitunita, gitanillo huérfano que con catorce años ya es demasiado mayor para continuar siendo cantor de la catedral. Deusto se convierte en su mentor para educarlo en ser cantor como medio de ganarse la vida. Pasan los años y Pedro Miguel crece hasta convertirse en un atractivo joven que frecuenta a un grupo de artistas alejándose de Deusto. Los sentimientos de este hacia Pedro Miguel quedan cada vez más claros. Desde una simpatía mutua inicial, pasando por una amistad y un amor sublimado de carácter ideal, hasta que comienza a ser visible el componente físico de ese amor. Finalmente Deusto renuncia a ese amor, correspondido por otra parte, debido a su mentalidad rígida y su compromiso con la Iglesia. En la escena final, Deusto acompaña a Pedro Miguel a la estación de tren cuando parte a Madrid para no volver. Profundamente afectado por la partida, Deusto no quiere oír la locomotora que lo atropella.

 

En el cura Deusto, están plasmados todos los conceptos del amor entre hombres que obsesionaban a D’Halmar, los amantes como maestro y discípulo, la sensualidad, la sublimación de lo carnal, la desilusión, la pérdida y la represión del ambiente.

«Lentamente, Pedro Miguel había venido hasta él, como si le supiese allí, y en silencio se dejó caer a sus plantas y permaneció también casi inmóvil. ¡El templo, la casa parroquial, la parroquia, la ciudad, quién sabe, el mundo entero, todo comenzaba a dormirse en torno de ellos, en la red aisladora de la lluvia! Estaban solos, y no podían hablar sin desencadenar lo inevitable. Entonces, sobre las duras rodillas del sacerdote vasco, vino a descansar dulcemente la cabeza rizada del gitano.»

Dedico mi post de este Día de la Mujer Trabajadora a esta viejita a la que adoro. Es Rita Levi Montalcini, nació en 1909 y lleva ya más de 100 años trabajando. «Estoy estupenda, oigo con audifono y veo poco, pero el cerebro sigue funcionando hoy mejor que nunca». Perlas así me voy encontrando en el texto dedicado a ella en la preciosa Agenda de las Mujeres del 2012, editada por Elena Lasheras.

Para quien no lo sepa es premio Nobel de Medicina, y sus descubrimientos en el sector de la genética han servido para afrontar patologías neurodegenrativas que afectan a gran parte de la población mundial.

Es además soltera y feminista de pura cepa: «Siempre pensé que la mujer estaba destruida porque el hombre imponía su poder por la fuerza física y no por la mental. Y con la fuerza física puedes ser maletero, pero no un genio».

Cuando le preguntan si está preparada para la muerte, dice: «Es lo natural, llegará un día pero no matará lo que hice». «Los mensajes que uno deja, persisten. Cuando muera, solo morirá mi pequeñísimo cuerpo.»

Pequeñísimo cuerpo de una enorme mujer. Y viajera en guerra, también, como todas nosotras.

Una de las características de Óigame un escuchito es que en sus cuentos hay numerosas referencias a la fauna y la flora de Antioquia; aquí intentaremos explicaros brevemente esos términos, que podréis encontrar en el libro.

Dice Carrasquilla en uno de los relatos, Simón el Mago: «transportábame a la Tierra de Irasynovolverás siguiendo al ave misteriosa de «la pluma de los siete colores«».

En Arte y trama del cuento indígena, su autor, Carlos Montemayor, comenta que «un motivo recurrente en los cuentos indígenas es la ayuda que todas las aves prestan a la que carece de plumaje abundante». Así es en El pajarito de los siete colores:

«Hubo una vez un pajarito que no tenía ninguna pluma bonita como las del resto de los pájaros. A este pajarito le dolió mucho haber nacido feo, pues cuando iba a espejarse en una sarteneja, notaba que no tenía la belleza del pavo real, el plumaje rojo del cardenal o el plumaje amarillo del X-yuyum, y mucho menos la hermosura de las demás aves. Dios les permitió a todas las aves obsequiarle una pluma, y se convirtió en tan hermoso ser que olvidaba todo por contemplarse en una pequeña poza de agua transparente.

Un día, cuando Dios mandó al pajarito de siete colores a prevenir a los demás pájaros porque los acechaba un gran peligro, ya que se acercaban muchos cazadores al lugar donde habitaban, aprovechó la oportunidad para espejarse en la sarteneja, donde se le olvidó lo que le encomendaron. Pero también, por suerte, la colibrí escuchó lo que Dios le dijo a este pajarito y rápidamente fue a comunicárselo a los demás […]. Entonces, Dios le dijo que, como castigo por su falta de no prevenir a los demás pájaros, de ahora en adelante solo podría acercarse de día a la sarteneja. Además, sería capturado por el hombre para que fuera enjaulado.

Por esta causa, cuando se le escucha cantar al pájaro de siete colores en su jaula, dentro de una casa o en un patio, está pagando su falta por haber sido olvidadizo».

A nuestro compañero se le conoce también en América como visita-flores. «Sus colores son cambiantes y parecen diferentes por cada parte que se mira y, por esta razón, los llaman también los indios pájaros de siete colores», dice Galo René Pérez en Literatura del Ecuador. 

Y cuando el ave misteriosa de la pluma de los siete colores va a renovar la Cédula de Ciudadanía colombiana, el nombre con el que se presenta es Icterus Croconotus.

...Canta en siete colores...

Con motivo de la celebración del día internacional de la mujer, el 8 de Marzo, y teniendo en cuenta que George Sand es un icono del feminismo, esta semana haremos mención a diversas mujeres que han sido importantes a lo largo de la historia, y que permitieron que poco a poco, y paso a paso, la mujer fuera teniendo un papel más importante en la sociedad.

Empezaremos, teniendo en cuenta que somos editores y lo nuestro son los libros, mencionando a una mujer que consiguió que las mujeres pudieran acudir a la biblioteca no solo de visita o en días festivos como estaba impuesto ya que la Biblioteca Nacional era en principio de exclusivo uso masculino. Esta joven era Antonia Gutiérrez Bueno la cual solicitó un permiso a la regente María Cristina con motivo de la necesidad de documentarse para un Diccionario histórico y biográfico sobre mujeres celebres en el que trabajaba.

La Biblioteca Nacional ha realizado un artículo haciendo mención a esta mujer con motivo del día internacional de la mujer, ya que a pesar de esta hazaña, no hay mucha constancia de ello en la historia.

Si quieres saber más sobre ella el artículo completo se encuentra en la página de la Biblioteca Nacional de España.

aImagen

¿Por qué el libro no se titula El pirata? Sería más fácil, ¿no?

Más fácil puede ser, pero históricamente correcto, no.  Nuestro querido autor, Justo Sierra O’Reilly  —el literato, jurista, político e historiador que difundía la historia de Yucatán, México a través de revistas culturales— salpicaba sus narrativas con hechos y figuras históricos.  En 1841 El filibustero apareció en la revista El Museo Yucateco.  La trama de la novela y de la historia real sucede en agosto de 1633 cuando Diego el Mulato y 500 hombres desembarcaron en la costa de San Román.  Lucharon en las calles y las plazuelas hasta que los españoles se retiraron al convento de San Francisco.

Los primeros filibusteros llegaron a la costa de San Francisco de Campeche en el año 1559.  En 1675, el capitán inglés William Dampier confirmó que había unos 250 filibusteros entre ingleses, irlandeses, holandeses, escoceses y portugueses. Los Tratados de Madrid entre España e Inglaterra y de Utrecht en 1713 finalizaron 128 años de piratería en las costas de Campeche.Mapa moderno de Campeche

La palabra “filibustero” viene del francés filibustier, del inglés free-booter, y, a su vez, del neerlandés vrijbuiter. Filibustero significa “el que hace botín libremente.” Al igual que los piratas, los filibusteros saqueaban y quemaban las casas, mataban a todos los que impedían los robos, incluso raptaban a las mujeres. Lo que diferencia a los filibusteros de los piratas es que los filibusteros no robaban y huían enseguida, sino que se quedaban allí en las costas donde saqueaban y construían casas con los árboles y arbustos que se hallaban en la tierra.

Los filibusteros, entre ellos, Diego el Mulato, no eran piratas típicos, así pues merecen este nombre distinto.Un filibustero

Un viaje único. Un periplo a través de lo que fueron las antiguas civilizaciones – el arcano Egipto, la mística India y la bella Italia, entre otros- para finalizar en el exótico Nuevo Mundo. D’Halmar, autor y personaje, a través de un ejercicio de autoficción se desdobla literariamente para experimentar y descubrir una nueva dimensión de sí mismo. Guarecido bajo el escudo de la ambigüedad y lo místico alcanzará lugares y sentimientos que anhela y que no se dan en la vida real. A través de estas páginas, D’Halmar consigue crear un reflejo de sí mismo hacia un mundo donde incluso abandonará las limitaciones humanas para adquirir poderes trascendentales. Una novela arriesgada, transgresora y delicada en la que se juega con la sensualidad de lo prohibido, el exotismo, la nocturnidad, el enigma y la multiplicidad de niveles de interpretación. Nada queda oculto al poder de la literatura

En la burbuja editorial en la que nos encontramos, las editoriales independientes están de moda. No solo han conseguido campear el temporal y, además, cosechar premios, sino que han hecho de la buena edición un ejemplo a seguir.

Nuestra editorial, Libros de la Ballena, surgió el año pasado en el Máster de Edición de la UAM. Es muy pequeña, pero con un claro propósito de formación de nuevos y buenos editores. Tan solo publica cuatro novedades al año…, de verdad, qué vergüenza, ahora que lo pensamos, ni siquiera contribuimos al frenesí de la publicación masiva… En fin, por cuestión de tiempo, los alumnos de cada curso editan un texto ya elegido por los estudiantes del año anterior. Para nosotros eligieron El filibustero, de Justo Sierra O’Reilly, una historia de amor y aventuras del s. XIX ambientada en la leyenda de Diego el Mulato.

Inmediatamente después de leer el texto, pensamos en las estrategias a seguir para venderlo a un público actual. Y nos preguntamos, ¿cómo conseguiremos el interés del público actual por una novela histórica de hace dos siglos? Bueno, fue algo más así como: ¿¿¿quién narices va a vender esto??? Además, cada uno de nosotros pensaba, sin comentarlo con el resto: ¿qué tipo de novela histórica es esta en la que la protagonista se desmaya constantemente y Diego el Mulato se asemeja al galán de los culebrones? Pero ninguno sabía expresar esta incertidumbre ni, mucho menos, resolverla. Gracias a la idea que nos lanzó Javier Azpeitia, le dimos una vuelta de tuerca y hoy trabajamos para que el futuro lector la reciba como la pequeña joya que es: una novela divertida al más estilo pulp, con aventuras de piratas de telón de fondo y una historia de amor y suspiros (y desmayos, ¡por supuesto!) como columna vertebral.

Y, ahora, nos sumergimos de nuevo en el gran océano de los libros para pescar con acierto (esperamos) un texto que sorprenda y entusiasme a los futuros editores del curso siguiente.

Al principio todo parece fácil. «Seguro que el primero nos dice que sí». «Es un caramelo para cualquiera». «Nuestra historia le gustará a todo el mundo, se matarán por hacérnoslo». «¡Si además le vamos a pagar!». Pero llega la cruda realidad: nadie tiene tiempo, disponibilidad o ganas.

Y es que encontrar un prologuista para tu futuro libro no es tarea fácil. El primer error es el nuestro: porque el libro es nuestro (aunque, en este caso, no lo hayamos escrito nosotros, ya que somos «solo» sus editores), nos gusta y nos encanta, y pensamos, en esa hinchazón orgullosa de sentirnos creadores, que poco menos que cualquiera se prestará a perder un brazo antes que dejar pasar la oportunidad de prologar semejante historión. Por eso, paremos, y dejemos a un lado nuestra ansia maternal de cuidar del retoño, de deleitarnos en su creación, porque parte de esa creación es que alguien nos prologue, y esa persona no lo ha parido como lo hemos hecho nosotros.

Así que nos ponemos manos a la obra. Empezamos el contacto con un maravilloso crítico de cine, columnista de un diario importante, pero no puede prologarnos, por acumulación de trabajos; nosotros le creemos y seguimos pensando que es maravilloso, pero no puede ser. Nos lanzamos a la calle, y nos plantamos en un estreno en el que esperamos encontrar a nuestra segunda opción, un director de cine, así de ambiciosos somos. Nuestro vestido de las ocasiones especiales se queda sin brillo cuando ni siquiera nos podemos acercar al photocall por donde ha de pasar nuestro objetivo… que no aparece en el anunciado estreno de su propia película. Como somos poco proclives al desaliento, seguimos buscando, y recurrimos a un contacto de una amiga periodista que nos pone en comunicación con la plana mayor de la sección de cultura de su periódico. Su intento es buenísimo, muy certero, pero nadie responde. Finalmente, encontramos a un autor, mexicano, como el autor de nuestro libro, que está encantado y dispuesto a prologarnos. Y no nos ha costado más esfuerzo que el pedírselo, solo teníamos que tenerlo realmente claro y saber con quién contar: con la mejor opción. Grande entre los grandes, Bernardo Fernández, «Bef».

Los caminos de la edición se nos antojan extraños e insondables, pero al fin nuestro prólogo ya está en marcha. Así que fumata blanca en nuestra humilde chimenea, de las vicisitudes pasadas para conseguir a la mano que mecerá la cuna del bebé ya no nos acordaremos más. ¡Habemus prologuistam!

Encontramos algunos sellos postales de George Sand. Algunos son conmemorativos del centenario de su muerte y otros pertenecen a antiguas colecciones francesas.


 

 

 

 

 

 

 

 

 

Una razón de peso para leer este libro en vuestro trayecto diario al trabajo, a clase, a casa… ¡Siempre y cuando no vayáis al volante, claro!:

En Medellín (Colombia) puedes leer (a) Tomás Carrasquilla cada vez que subes al metro… ¡tiene un vagón con su nombre! 😉

Tomás Carrasquilla se sube al metro

(Para más información, pincha aquí)

Qué mejor manera de presentar la obra de nuestro autor que con palabras escritas por el mismo acerca de su literatura. Ahí os va un pequeño extracto:

«Tratábase, una noche, en dicho centro (El Casino Literario de Medellín dirigido por Carlos E. Restrepo), de si había o no había en Antioquia materia novelable. Todos opinaron que no, menos Carlosé y el suscrito. […] quería probar, solamente, que puede hacerse novela sobre el tema más vulgar y cotidiano. […] se me ha instado, se me han dado datos, se me han ofrecido los que quiera para que escriba una novela de la alta sociedad. No haré tal, probablemente. Las clases altas y civilizadas son, más o menos, lo mismo en toda tierra de garbanzos. No constituyen, por tanto, el carácter diferencial de una nación o región determinadas. Ese exponente habrá de buscarse en la clase media, si no en el pueblo».

Autobiografía, Tomás Carrasquilla (en Obra Completa. Tomás Carrasquilla, Volumen 1. Ed. Universidad de Antioquia, Colombia).

La escritora catalana Laura Freixas se refiere a George Sand en su libro Literatura y mujeres:

«La mujer artista, escritora o intelectual ocupaba [en el siglo XIX] un territorio ambiguo: o carecía de identidad sexual –recordemos nuevamente a Valera: «neutralizarlas, jubilarlas de su sexo» o reunía ambas. De ahí el inquietante elogio consistente en calificarlas de «viriles». A «Víctor Català» (Caterina Albert) se le alababa su «estilo vigoroso, digamos masculino». su «prosa víril»; el mismo calificativo, «viril», solía aplicarse a Emilia Pardo Bazán; Clarín decía de ella: «Escribe a lo hombre». De George Sand decía Turgueniev: «Qué hombre valiente fue y qué buena mujer», y Flaubert la apostrofaba: «Oh tú, del tercer sexo» […] Evidentemente, calificar de masculina a la mujer artista es la manera más simple de reconocer los logros de una mujer determinada, sin por ello cuestionar el axioma según el cuál la feminidad y creatividad son incompatibles […] Pues no fueron muchas las que tuvieron el valor de desafiar a la sociedad llevando vidas de hombre y por lo tanto escandalosas, a lo George Sand. La mayoría optó por la estrategia contraria: se presentaron como seres humildes, ignorantes, inocentes y llenos de buenos sentimientos; en una palabra: la quintaesencia de la feminidad, tal como la época la entendía». (Freixas, 2000, 130, 135)

Una de estas NO es una mujer, a que no adivinas cuál

Todo el mundo ha oido hablar de los Drag Queens…y de los Drag Kings? pues haylos también. Mujeres que se ‘disfrazan’ de hombres. Espera, tras guglear un poco tengo que rectificar: personas que se disfrazan de hombres, no han de ser necesariamente mujeres. Un hombre puede entonces disfrazarse de hombre, ser ‘más’ hombre digamos :-/ Pregunten si no a Chuck Norris.

Total, que nuestra querida George Sand (aka Amandine Aurore Lucile Dupin) fue una pionera en esto de la permormatividad del género allá por el S.XIX, creándose una personalidad ‘masculina’ y usando vestimentas de hombre en espacios públicos para que se la tomara más en serio, profesionalmente hablando.

Está entre las fotos..comparen con la dulce princesita ‘lila’ del lateral y hagan sus apuestas.

George Sand, su vida y su época

Su vida

Esta descendiente de Maurice de Saxe. (hijo natural del rey de Polonia, Augusto II), de la que Renán decía «no tuvo el siglo una herida, de la cual su corazón no haya sangrado, ni tina enfermedad que no le arrancara quejas armoniosas» y Turgeniev: «es una de nuestras santas», vino al mundo en París el 5 de junio de 1804, se casó pronto, demasiado quizás, con Casimir Dudevant y de este matrimonio nacieron dos hijos: Maurice y Solange. Fracasado el matrimonio desde el primer momento Aurora, que ya escribía, pero no publicaba, comienza una serie de relaciones extramatrimoniales, más o menos tormentosas, a la manera romántica, Aurelien de Séze, Jules Sandeau («Esta mujer es un cementerio», decía de ella, casi todos sus amantes murieron antes), y entre otros Musset, una aventura tormentosa y apasionada («insensato, me dejas en el mejor momento de mi vida, el día más verdadero, el más apasionado, el más sangrante de nuestro amor»), Chopin («su alma es todo poesía, todo música»), pero la vida era imposible con él.

Su obra

La obra de George Sand es muy discutible, quizás lo más interesante sea Historia de mi vida, la Correspondencia y los Diarios íntimos donde su estilo que Stendhal calificaba de «abominable amaneramiento», es menos afectado, y menos pretencioso, y a nivel del contenido es menos moralista, más directa y sincera. Esta escritora, que como ella intuía («creo que dentro de cincuenta años seré olvidada y quizás completamente desconocida») no cuenta demasiado en el panorama literario. causó sensación en su época, y si bien Nietzsche se refería a ella definiéndola como «esta terrible vaca a escribir que tenía algo de alemana en el mal sentido del término», muchos de sus contemporáneos no le escatimaron los elogios.Trabajadora incansable, sus primeros escritos datan de 1829 Viaje a España, Viaje a la Auvergne, pero empieza realmente a escrbir cuando se encuentra a Jules Sandeau, juntos publican Rosa y Blanco, firmado J. Sand y solo en 1832 nace para la literatura George Sand, con Indiana (la lucha del amor absoluto contra las contradicciones e imposiciones de la civilización), más tarde Leila…

Artículo completo: http://elpais.com/diario/1977/03/18/

Augusto d'Halmar

Augusto Goemine Thomson, o Augusto d’Halmar como es más conocido, fue un notable escritor chileno. Pero además de escritor también desempeñó funciones como redactor de revistas, cónsul, viajero, conferenciante, funcionario de biblioteca, director de un museo…Y todo esto en una vida de 68 años, ¿interesante, verdad? Todavía hay más. Aquí van cinco cosas que seguro no sabías aún de este literato:

  1. Fundó la Colonia Tolstoyana en 1904, junto a Fernando Santiván y Julio Ortiz de Zárate.
  2. Recibió el Primer Premio Nacional de Literatura de Chile.
  3. Escribió la primera novela en castellano que trata explícitamente el tema homosexual.
  4. Tuvo relación en Madrid con autores de la Generación del 27. Está documentada su amistad con personajes de esta generación literaria así como su participación activa en charlas.
  5. Fue condecorado por Francia al ser herido como corresponsal de guerra.

El soltero

  Jack Sparrow y Kim Dotcom son dos piratas de segunda división, unos losers. Al primero no se le conoce relación estable —excepto con Jerry Bruckheimer Films—, y el segundo, rey de todos los piratas de las descargas en Internet, tiene problemas de erección y varices del tamaño de una boa constrictor. Estos son los piratillas de hoy, pero, aunque cueste creerlo, hubo un tiempo en el que la piratería se llevaba a las chatis de calle y hasta las damiselas más decentes se desmayaban al paso de un filibustero cool, de esos que iban a pecho descubierto cortando cabezas, sin necesidad de hacer ostentación de visas platino. De más está decir que nos congratula que Kim Dotcom no se quite sus camisas negras para nada.

 

Con camisa, gracias

Los filibusteros del siglo XVII sí que molaban; eran canallas que se dedicaban a saquear villas, quemar casas, asaltar galeras y violar mujeres; lo sorprendente es que incluso un filibustero, la alhaja que hemos descrito, podía tener principios y, lo que es más difícil todavía, enamorarse. Y es posible que la dama en apuros (una jamelga auténtica y no Keira Knightley haciéndonos creer que puede blandir una espada que pesa lo mismo que ella) pudiese preferir al horrible pirata (el malote) en vez de marcharse con el héroe (estirado y flacucho pero, ojo, de buena familia).

  Pues bien, estos son los ingredientes que hacen de El filibustero una novela pulp y de serie B, y a nosotros nos corresponde darle luz, prólogo, color, forma y cubiertas (las ilustraciones, un trabajo de chinos, nos las envían desde el Lejano Oriente, y no es una metáfora). Este blog está abierto a loas, halagos, panegíricos, comentarios eruditos e insultos fundamentados: si nos hacéis la pelota, claro, tenéis más oportunidades de ganar uno de los libros que se rifan.

  Atentos a la cuenta atrás, porque cuando esté a cero El filibustero habrá atracado en nuestra costa y nosotros nos iremos de vacaciones al pueblo, como siempre.

Hacemos un paréntesis (en redonda) en el diario de George Sand para ahondar en la vida de la autora. Véase por ejemplo:

http://www.contextodeeditores.com/sand-george

 

 

 

 

«Y en ocasiones no desear otra cosa que ser George Sand. Que vestirse como ella, que llamarse como ella, que amar como ella».

Marguerite Duras

«Nosotros, los franceses, somos difíciles de satisfacer. Encarnamos la fe crítica, y en los momentos difíciles la crítica se convierte en injuria. En virtud de nuestra experiencia, que es terrible, y de nuestra imaginación, que es voraz, solo estamos dispuestos a confiar nuestro destino a seres perfectos; al no encontrarlos, nos entusiasmamos con cualquiera, un desconocido que nos engaña y nos pierde. Así, todo hombre que alcanza el poder goza inmediatamente del prestigio de la fuerza o de la habilidad. Que haga algo distinto a los demás, eso es lo único que le pedimos, y al principio no valoramos si está bien o mal. El primer día, admirar es una necesidad; valorar todavía no parece necesario. Pero al segundo día, el examen se hace más riguroso. Y al tercero ya nos acercamos al odio o al desprecio».

                       

[…] «Toda lógica humana se anula cuando, en lugar de elevarse sobre los intereses materiales, el hombre hace de estos el móvil absoluto de su conducta.» […]

»Nos juzgan capaces de correr a las armas uno contra diez, y les parecemos incapaces de negociar a través de nuestros representantes las condiciones de una paz honorable. He aquí una contradicción flagrante: o somos dignos de fundar un gobierno libre y orgulloso, o somos unos cobardes a los que es ridículo llamar a la gloria de los combates.» […]

[…] «Se organiza ya la defensa. Si nos dejan tiempo, el miedo dejará sitio a la ira. Esto no asusta a quien razona, y confieso que la borrasca de la invasión no me preocupa más que la nube que surge en el horizonte en un día de verano. […] Sin embargo, toda nuestra vida es un continuo pasar de nubes amenzadoras: no siempre estallan sobre nuestras cabezas, y solo nos preocupamos ligeramente de los males inevitables. Así es la vida del hombre, una aceptación perpetua de la muerte; […] ¡Que pase, pues, esta tormenta de muerte, y nos lleve a muchos de golpe! […]

»¿Cuál es el carácter distintivo de estos pueblos? El nuestro no tiene mucho orden en sus asuntos; el suyo, demasiado. […] Llegan fríos y duros como una tempestad de nieve, implacables en sus decisiones, feroces si es necesario, aunque tan dulces como se puede serlo en la vida y sus rutinas. No reflexionan en absoluto: no es el momento; la reflexión, la piedad, el remordimiento ya los espera en el hogar. En marcha son máquinas de guerra inconscientes y terribles. Esta guerra es particularmente brutal, sin alma, sin discernimiento, sin entrañas. […] No hay héroes, tan solo metralla. […]

»Así es como la civilización ha entendido su poder en Alemania. Su pueblo positivista ha suprimido hasta nueva orden la quimera de la humanidad. […] Contemplamos con estupor su esplendor mecánico, su disciplina de autómatas sabiamente ordenados. […] Debemos reconocer que hay en este pueblo un estoicismo de voluntad del que carecemos, una persistencia del carácter, una paciencia, un saber extensivo a todo, una capacidad de decisión sin réplica, una virtud extraña hasta en el mal que cree que deben cometer. […] Este millón de hombres que Alemania ha vomitado sobre nosotros no puede ser la horda salvaje de las innumerables legiones de Atila. Es una nación diferente a la nuestra pero iluminada por la misma civilización, nuestra igual ante Dios. […]

»Lo que es seguro, lo que podemos predecir, es que no está lejos el día en el que la juventud alemana despertará de su sueño. Sumida hoy en el error que estamos padeciendo, que consiste en creer que la grandeza de una nación reside en su fuerza material y puede personificarse en la política de un hombre, reconocerá un día que ningún hombre puede ser investido con un poder absoluto sin que abuse de él.» […]

[…] «Por mucho que insistamos al campesino para que deje de llamar amo al propietario de la tierra que cultiva, desea que la posesión implique una autoridad. […]

»Ahí donde el burgués acepta el sacrificio a la patria que le lleva a aceptar la amargura de la escalvitud, el campesino lo hace por la creencia fatalista de que el hombre está hecho para obedecer. […]

»¿Cómo organizar una nación en la que el campesino no entiende y domina en número la situación?»

[…] «Todo se esfuma, la naturaleza desaparece. Se acabó la contemplación. Me arrepiento por haberme distraido un instante. No tenemos derecho al olvido. ¡Aléjate, poesía, me eres inútil!» […]

[…] «Han llegado tiempos de calamidad social en los que cualquier ser organizado intuye en él un temblor de raíces de la solidaridad humana.» […]

»“Dichosos aquellos que creen que la vida no es más que una prueba pasajera y que al despreciarla lograrán una eternidad de delicias”. Este cálculo egoísta indigna mi conciencia, y sin embrago creo que viviremos eternamente, que nuestra voluntad de elevar las almas hacia la verdad y el bien nos permitirá adquirir fuerzas siempre más puras e intensas para el desarrollo de nuestras existencias futuras, pero creer que las puertas del cielo se abren a cualquiera que desprecie la vida terrenal me parece impío. […] La vida es un viaje: hagámoslo útil, si nos resulta duro.» […]

[…] «Nos hospedamos en casa de unos amigos adorables, una casa vieja, muy cómoda y limpia; estamos todo lo bien que se puede estar en estos tiempos malditos. El aire es sano y vivo, el sol lo ha devorado todo, y el peligro de hambre es aquí más aterrador que de dónde venimos. […] Los niños ríen y corretean en su mundo apartado y feliz, que por nada se inquieta o se entristece. […] Queda claro que los niños no conocen el miedo a lo real.»